Tengo un esclavo masoquista. A pesar de lo que muchos opinan, mi esclavo cada vez que se habla de dolor extremo en un grupo de amigos, se calla las más de las veces por temor a ser considerado, un degenerado. Es dificil de entender para muchos, cuando estamos hartos de hablar del tema y de defender que el BDSM es un estilo de juego en el que se busca placer. Sin embargo en algunas personas, el dolor acrecienta ese placer. Es eso acaso degeneración?El masoquista no es necesariamente una persona maltratada en su infancia, no tiene patología alguna, ni está enfermo. Por el contrario, normalmente a muchos, se les trató de maravilla y gozaron de una madre cariñosa y dulce.Como profesional de la Psicología puedo añadir que en todo caso, éstas personas en su infancia oyeron hablar de castigos físicos, vieron escenas , etc, y asociaron ésta actuación con la seguridad y confianza que suele inspirar una figura todopoderosa. Muchas personas sienten un placer sexual imaginando el dolor, más que experimentándolo, ya que la imaginación supera cualquier hecho real, y ésto se debe a un instinto humano innato, por el cual uno siente que el dolor es algo que se tiene que evitar.Pero cuando se produce dolor, el cerebro libera endorfinas, similares a la morfina, y ésto provoca un estado de euforia.La clave pués para alcanzar éste estado de euforia, CONSISTE EN RELAJARSE.
Una respiración controlada, un estado mental de dejadez y confianza, junto con una repetida aplicación de dolor de creciente intensidad desencadena una intensa sensación de placer.Bien.Esta explicación clínica por decirlo así, justifica que mi esclavo, como otros muchos, sin necesidad de ser enfermos mentales, disfruten con el dolor y las prácticas sádicas que yo, a mi antojo, y bajo mi control le pueda inflingir. No es un bicho raro. Es más, es un ser extraordinario que a dejado su mente a mi tutela para que yo la transforme, y de éste modo cuánto más castigo le propine, más adoración, y más devoción sentirá por mi. Aquí le defiendo. Y le valoro. Hay muy pocos auténticos cómo él.







Sin hablar el hambre se desató en medio de la cama, hacía frío pero el calor de su piel pegada a la mía hacía del calor insoportable, no tarde en quitarme lo poco que llevaba puesto para dormir, el intento quedarse entre mis piernas, intentó inmovilizar mis muñecas con la suave fuerza que el sabe utilizar para atraparme y jalarme el cabello como la sumisa que el sueña tener entre sus manos, con las nalgas acariciadas a fuego, con todo el desespero de sus ansias. Pronto me escape de sus deseos, nunca le permitiré hacerme su esclava, asi que me monté sobre el al primer descuido mientras empuñaba mis cabellos enmarañados y rojos con fuerza, mis quejidos le hicieron soltar un poco, y entre besos le ate las manos a las barras de la cama, luego cogí un almohadón sobre su rostro y presioné su cuello para sentir como crecía dentro de mí a cada galope perdiendo la cuenta de cuantos orgasmos.No me importó su respiración dificultosa, no me importó que estuviera a punto... sólo me importó que estaba allí y era mi objeto, y que recuperaba su lugar en mi cama y en mi vida.


"Hay zonas que la naturaleza no las dotó de todo el esplendor o el interés que provocan otras, o más bien zonas del cuerpo en que lo práctico queda tan en evidencia que a una se le olvida explorarlas, lamerlas, morderlas, besarlas, chuparlas, quererlas… Zonas que la mayoría trata de feas, como los pies. Me he pasado la vida escuchando que los pies son horribles, asquerosos, que a todo el mundo le cargan, bla, bla, bla…Y yo, es cierto, he participado de ese piño que ha vilipendiado a los pies durante mucho tiempo. No relataré acá mi conversión en devota de los pies, porque en este caso no hubo revelación alguna ni rayo divino que me atravesó ni se hizo la luz en mí para descubrir que los pies eran mejor que las vergas… No vengo a exagerar acá. La verdad es mucho más simple: hoy, como cada mañana de Dios, estaba echándome crema en el cuerpo y miré mis pies que, por cierto, llevo con las uñas rojas como siempre en esta época, y me acordé que jamás había reparado en ellos a la hora de hacer esta columna y no por falta de uso.A mí me gustan mis pies y los dedos de mis pies también. No sé si son lindos o feos, pero me gustan, son largos y huesudos. Será porque me gustan los míos que me han gustado algunos de los hombres que han estado en mi cama, pero la verdad es que he querido sólo a los pies y sus dedos que se parecen a los míos. He despreciado a los pies rechonchos de dedos cortos y gordillos. Esos me han desagradado a decir verdad. Pero los largos y huesudos me gustan.Los pies, además, son un lugar al que he llegado más tarde, más lento. Al menos cuando he llegado hasta allá es porque esa persona me ha gustado mucho. Una expresión de intimidad, por ejemplo, para mí ha sido la vez que le he lamido los pies a un hombre, cuando llena de saliva mi boca, muy caliente, ha bajado hasta su dedo gordo y me lo he comido lento con mi boca y lo he lamido con mi lengua, para después seguir con cada uno de los dedos…Un pequeño rito que no ha pasado inadvertido ni para él ni para mí. Cuando metí sus dedos en mi boca sentí cómo se descolocó, cómo intentaba sacarlos entre mezcla de pudor, cosquillas y poca costumbre y desde abajo mirándolo, mi lengua y yo insistimos en lamerle los dedos, pero para mí también era nuevo, los dedos eran grandes, huesudos, firmes, secos no estaban acostumbrados a lo blando a lo cálido, a lo suave y de a poco sus dedos y mi boca se fueron encontrando hasta que dejé de lamerlo y subí lento por su pierna hasta dejar mi entrepierna clavada en sus dedos mojados con mi saliva. Apenas la punta de sus dedos que de a poco de fueron clavando más profundo en mi entrepierna que los sentía toscos, pero cada vez más dóciles… Lamer los pies, qué imagen de sumisión me viene a la cabeza cuando me veo en ese lugar…Y me gusta la sorpresa, el impacto de hacerlo y la entrega de él y la mía.Los odiados pies y sus dedos…Qué estupidez, porque no hay mejor momento cuando un hombre, sin el afán de hacerse el galán (que eso es patético y además abunda) logra cazar mis pies en sus manos para acariciarlos y cuando logro dejarme y no salir huyendo del pudor, pues hay pocos puntos tan placenteros y que te desarmen más que cuando alguien te da masajes en los pies con crema y los recorre suave… Ese momento cuando uno se deja, cuando ya no hay cosquillas y están los pies de uno en las manos del otro, rendida, sin opción de salir corriendo. No soy coleccionista de pies como lo he sido de vergas. Los pies y sus dedos son más difíciles, lentos y honestos. "




La iglesia insiste en prohibir aquellas cosas que dan placer en semana santa, este año ha salido con una nueva abstinencia: la tecnológica, pidiendo a los feligreses que no chateen, ni ocupen el celular, ni naveguen por internet, cosa difícil ya que es cosa de poner la palabra lujuria para que aparescan 1.260.000 páginas al respecto .



















