
Niña mala y rebelde, mujer salvaje, indócil hembra de labios lascivos, de manos atadas, de brazos alzados. Voy a domarte, mujer indomable, voy a castigarte por tu rebeldía, voy a poseerte y a hacerte mi esclava, mi puta, mi perra, mi dócil sumisa que me ofrecerá su cuerpo de hembra caliente para ser gozado y usado a mi antojo.
Voy a desnudarte, niña mala y rebelde, voy a arrancarte el vestido que ciñes a tu carne, para dejar tu piel desnuda al acecho de mis manos y mi boca. Voy a hacer jirones con tu ropa, descarnándola de tu carne con violencia, para dejar a la intemperie tus hombros seductores, tus pechos menudos y armoniosos, la hermosa orografía de tu espalda, el oasis de tu vientre y de tu ombligo, la vertiginosa curvatura de tu cintura y de tus caderas, la prominencia lujuriosa de tus nalgas, la infinita belleza de tus muslos apretados.
Voy a romper tus bragas minúsculas y frágiles, para que quede al aire tu coño deseado, tu coño aún cerrado y oculto entre tus piernas, presentido en la suave línea del vello de tu pubis, incitante, excitante, tu coño de hembra salvaje, de niña rebelde, de mujer desnuda y atada, dispuesta ya para la doma y el castigo, para la posesión absoluta de su cuerpo caliente y tembloroso.
Tu cuerpo entregado como una ofrenda para mis manos que lo recorren y lo moldean, dibujando sus contornos con profundas caricias, centímetro a centímetro de tu piel suave y ardiente. Mis manos posesivas y dominantes que esclavizan tu cuerpo sometido de puta indomable. Te rebelas, te agitas, indefensa e indócil, pretendiendo inútilmente escapar de mis dedos que conquistan tu carne de fuego, que aprietan tus pechos y pellizcan tus pezones, que separan tus piernas para hurgar y penetrar la húmeda caverna de tu coño, que te hacen gemir por vez primera, el primer arrebato de un placer al que acabarás sucumbiendo inevitablemente.
Gimes y te agitas, jadeas suavemente, se te entrecorta el aire entre los labios suspirantes. Los míos te hablan, te susurran al oído palabras desenfrenadas y repletas de deseo, te ordenan y te miman, te someten y te rebelan. Cuando callan, te besan y te comen, te lamen y acarician, te llenan de saliva y de lujuria, te muerden con dulzura, te devoran la piel, te sellan tus propios labios con besos profundos y calientes. Y te anuncian poderosos el castigo venidero que te hará suplicar entre gemidos, niña indomable, mujer vencida, hembra sometida al dolor que te infrinjo, al placer que te provoco.
Suplicas, te retuerces, gritas como una fiera desbocada y salvaje, cuando el látigo muerde tu carne de puta sometida. Tensas el cuerpo, aprietas las manos atadas, las nalgas ofrecidas para el nuevo impacto del cuero sobre tu carne lastimada. Un nuevo grito, una nueva súplica, un nuevo golpe certero sobre tu piel, sobre el vientre agitado y convulso, sobre los pechos firmes, sobre los pezones erectos por la excitación, por el deseo que crece en ti a cada golpe, el deseo rebelde de ser definitivamente domada y vencida por tu dueño.
Sudorosa y jadeante, cumples dócilmente mi orden de arrodillarte cuando te desato. Te arrodillas ante mí, desnuda y hermosa, tu piel enrojecida por los azotes, tus ojos brillantes y profundos, tus labios lascivos, entreabiertos y excitantes, tu rostro aniñado de joven hembra sometida, de puta domada, dispuesta y ofrecida para el placer de su amo. Ante ti me desnudo y te entrego la completa erección de mi verga henchida de deseo para que selles con tu boca tu absoluta sumisión.
Niña mala y rebelde, prisionera y de rodillas, salvajemente lames mi sexo endurecido, violentamente tragas y destragas la carne palpitante y mojada por tu lengua, hasta hacerme gritar por el placer que recorre mi cuerpo cuando mi verga escupe a borbotones su leche caliente sobre tu boca indomable de mujer salvaje, de indócil hembra, de ardiente esclava castigada y poseída por mis manos, mis labios y mi sexo que te hacen mía, completamente mía, mi puta, mi perra, mi dócil sumisa, mi tierna mujer indomable, mi niña vencida, gozada y usada al antojo de mis deseos.