Los
minutos eran especialmente llenos de ansias, pasando una a una las estaciones de metro que parecían
eternas para llegar hasta a El, las manos sudorosas, temblor en las rodillas y la entrepierna perdida en miles de porqués, habían sido años
postergando el encuentro, ¿cómo sería su olor, cómo sería su boca, cómo tocarían sus manos, cómo sería su sexo?.
Llamaba
a cada minuto para saber por donde iba, cuanto tardaría, para decirme cuanto me
deseaba tener, una vez allá abracé
la escalera mecánica entregada al destino, y allí estaba al fin, esperándome
a la salida del metro con una enorme rosa en la mano, cual Romeo esperando su Julieta, para entregarme aquel capullo rojo intenso en la mano, al igual que su corazón.
Y
el saludo frente a frente terminó en una
invitación espontánea a pasar el fin de semana
juntos, y yo seducida por su encantadora
sonrisa y sorprendida por su atrevimiento por supuesto me hizo aceptar, para conocer más a aquel
descarado exquisito, y no me arrepiento, muy por el contrario.
Ambos necesitábamos adrenalina y desconectarnos del
mundo. Nos alejamos del tránsito y la contaminación, y lo que iba a ser un encuentro pasajero,
terminó entre las sábanas de una playa cercana, y fue un fin de semana
maravilloso, como si nunca hubiésemos estado sin tocarnos, sin olernos, sin
hablar desnudos de cuerpo y alma,
caminando de la mano como viejos amantes junto al oleaje cómplice, sin
prisa.
Una
vez en la habitación con vista al mar nos sobraba la ropa, y estuvimos recorriéndonos a la luz de la luna, enredados en el silencio
descubriéndonos, beso a beso, queriendo
más.
Y
el deseo se quedó con nosotros sin preguntas, todo naturalmente dulce y
cómplice, la naturaleza, nuestros cuerpos todo
formando parte del paisaje
mientras se deshojaba el calendario
dejando la vida pasar, el deseo aumentar y la amistad con ventaja
acurrucándonos por mucho tiempo sin tiempo.
A
veces somos demasiado racionales y dejamos pasar muchas oportunidades de
ser felices – estado momentáneo y finito- analizando hacer o no hacer, vivir o no vivir lo que sólo se
puede ver florecer de una sola manera,
en otras palabras me dejé llevar y
hacer, en virtud de la experiencia y en
contra de la anacrónica crianza que invita a hacerse la difícil y postergar y postergar mordiéndose los labios, hasta estar bien segura de
aquello que jamás nos entregará
certezas: el amor.
Y
el amor
tiene distintas caras, dosis y maneras de atravesársenos en el camino y ésta era una de
ellas, perdiendo la cabeza en esos brazos,
en ese hombre que de pronto había aparecido lleno de placer y extrema dulzura.
Su
voz tenía un tono de sutil abandono, cansancio de la rutina y del mundo, sobre
todo en tan ajetreada ciudad al igual que yo. Veníamos desandando
relaciones sin horizonte, a costa de una soledad implacable que nos
arrojó el uno al otro. Hasta que el destino me llevó a otro a dejarle ir…
Y
me quedo con sus ojos perdidos en mi al despertar, con su cara de fascinación
al sentirme acariciarle, con el recuerdo de
dejarnos caer al colchón sin secarnos al salir de la ducha húmedos y hambrientos, aún sin
falsas promesas, fuimos uno día tras día,
un escape exquisito lleno de lujuria, pasando a la mansedumbre de quien se desea y se escucha.
La
vida está llena de momentos de pasión incluso sin expectativas, más que
disfrutar el presente, esos que vimos
atardecer tantas veces, a cada palabra a
cada suspiro, a cada roce. Borrando
huellas pasadas, amargos vestigios
de amores que no nos merecieron por diversos absurdos
de un kara inexplicable que jugó con
nosotros que unió nuestros cuerpos, aún
a pesar de esta súbita distancia, las sensaciones no se olvidan y el reflejo de
nuestros alientos y miradas tampoco.
Es
cierto que los amores inesperados siempre duran más, no hay expectativas, no
hay plazos ni comienzo ni fin, sólo son,
sólo están uno con el otro alli,
mientras la pasión hable y diga que seguirá , pueden ser semanas , meses dejándose llevar por el deseo de uno por el
otro seduciendo y seducida, amada y disfrutada, sudada y agitada, beso a beso,
roce a roce, simplemente descubriendo que se puede estar con la persona
correcta en el momento menos planificado.
Hasta
que la vida nos arrastre de nuevo con su marea
caprichosa y su oleaje caprichoso lleno de remembers…